Ha comenzado el otoño, los días son más cortos y ya estamos metidos en la vorágine del día a día: trabajo, colegios, actividades extraescolares,… un listado interminable de cosas por hacer. ¿Qué pasó con el tiempo que tenías para ti, ese tiempo en el que no hacías nada, sólo estar tumbado tomando el sol y no pensar en nada? ¡Dónde está el verano!
STOP! No te agobies, acostúmbrate a poner el modo avión en tu vida, aunque sea un ratito al día. La receta consiste en estar ocioso y no pensar, no hacer. Este es el mejor antídoto contra el agotamiento laboral, el estrés y la cultura de la actividad permanente.
Entre los nuevos propósitos que todos nos proponemos al terminar el verano, deberíamos plantearnos aprender una nueva disciplina: el arte de no hacer nada, o como dicen los holandeses, niksen. Dedicar tiempo y energía, de manera consciente y calculada a hacer cosas como mirar por la ventana, pasear sin compañía del móvil, …
Según Manfred Kets de Vries, profesor de Desarrollo de Liderazgo y Cambio Organizacional de Insead en París, el niksen “te saca de tu mente y después de un tiempo, eres capaz de ver las cosas con claridad”.
Y no nos preocupemos de lo que piensen los demás cuando practicamos nuestro nuevo hobby, porque en realidad esta afición resulta positiva tanto para la salud como para la mente, reduce la sensación de agobio, mejora la memoria y ayuda a la creatividad.
Sandi Mann, psicóloga de la Universidad de Lancashire Central en Reino Unido, ha descubierto que soñar despierto (un efecto inevitable de la inactividad) “nos vuelve literalmente más creativos, mejores para solucionar problemas, más capaces de tener ideas creativas”.
Lo que debes pensar es en cómo gestionas tu valor más preciado: el tiempo. Analiza en que momento del día eres más creativo y productivo y organiza tus pausas justo en el momento del bajón.
Así que ya sabes, en septiembre nada de listas interminables de cosas para hacer, ni propósitos que sabemos que no vamos a cumplir.
¿Por qué no empiezas esta misma tarde? Concédete el permiso de sólo dejar pasar el rato, toda la tarde.
Y recuerda lo que decía Einstein: “No hay genio sin aburrimiento”.
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