La brecha salarial es la diferencia existente entre el salario medio de los hombres y las mujeres como porcentaje del salario medio de los hombres, es decir, es lo que gana menos una mujer de media con respecto a lo que gana un hombre de media. En España, el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2017 situó la brecha salarial en el 20,2%.
En realidad, tendríamos que hablar de existencia de brecha salarial cuando el valor del trabajo de un hombre y una mujer es el mismo, pero el sueldo no. No podemos comparar distintos puestos de trabajo, con distintos requisitos y con distinta responsabilidad.
En una entrevista realizada en el semanal de ABC a Claudia Goldin, profesora e investigadora de Harvard, premiada por la Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Economía, Finanzas y Gestión de Empresa, por su análisis de la brecha de género; declara que los datos sobre lo que, dentro de una empresa concreta, hace cada uno en exactamente el mismo puesto, con exactamente la misma responsabilidad, no están disponibles. Trabajan con datos agregados (una combinación de datos de un número suficiente de empresas de manera que resulten datos representativos).
Continúa diciendo: «Creo que en general las empresas no pagan distinto a dos personas por hacer el mismo trabajo, porque si lo hiciesen, estarían perdiendo dinero y sería estúpido. La cuestión es otra: ¿Entre hombres y mujeres que empiezan desde el mismo punto, son los hombres promovidos a mejores puestos y, en consecuencia, las mujeres ganan menos que ellos?»
Entonces, no tendríamos que hablar de brecha salarial, sino de Brecha de Género y reflexionar sobre qué nos dicen las cifras de brecha salarial de las características individuales y sociales de los trabajadores y del mundo laboral.
Tipo de contrato.
En 2017 los hombres trabajaban más horas semanales que las mujeres (los hombres trabajaron 36,4 horas frente a las 30,4 horas de las mujeres). Este año existía un 7,3% de hombres contratados a tiempo parcial y un 24,1% de mujeres en esta misma situación.
Es evidente, que si no se realiza la misma cantidad de trabajo no podemos esperar que perciban el mismo salario. Otra cosa diferente es si esta situación es la que quieren las mujeres o realmente les cuesta encontrar un trabajo de jornada completa.
Diferentes tipos de empresas empleadoras (sector de actividad).
Los hombres trabajan en sectores mejor pagados que los de las mujeres. Será por cultura o porque en realidad somos distintos y nos atraen cosas diferentes, pero a día de hoy la ciencia y la tecnología son bastiones masculinos, mientras que las mujeres predominan en las áreas de educación y salud; áreas, por cierto, mayoritariamente pertenecientes al Estado.
Diferentes características del puesto de trabajo (antigüedad, categorías profesionales).
Los puestos de trabajo de mayor rango están ocupados mayoritariamente por hombres, pero ¿no es lógico que un directivo cobre más que un conserje? Lo que hay que preguntarse es por qué las mujeres no ocupan estos puestos.
Según datos de Claudia Goldin, «cuanto más te acercas a la gama baja, menores son las diferencias salariales entre hombres y mujeres. En el salario mínimo no existe brecha salarial».
¿Cuál es la mayor brecha?
La mayor brecha llega con la maternidad. Esto penaliza tanto a la mujer como al empresario (los costes de productividad para la empresa llega al 20%). De hecho, existen estudios sobre la existencia de brecha salarial entre las mujeres que deciden no ser madres y las que sí deciden serlo.
Los datos que maneja Claudia Goldin nos dicen que hombres y mujeres con estudios universitarios empiezan ganando lo mismo cuando se incorporan al mercado laboral y, 15 años después, ellas ganan el 64% de lo que ganan ellos. Claudia señala que esta etapa coincide con la llegada de los hijos.
Aquí tendríamos que hablar de la conciliación familiar, pero lo dejaremos para otro artículo.
Quizás la discriminación no está en la brecha salarial, sino en la dificultad que tienen las mujeres de encontrar un trabajo a jornada completa, a no brindarles la oportunidad de ascender, por no hablar de cómo afecta el permiso de maternidad y posterior reducción de jornada.
Tal vez la única forma de acabar con la brecha es cambiar roles.