La propuesta para la modificación de la Ley Orgánica de Educación, en el Bloque II, habla de “incorporar la futura regulación de la posibilidad de obtención del título de Bachillerato por compensación en caso de superar todas las materias salvo una.”
Isabel Celaá, ministra de Educación, lo defiende alegando que “el peor castigo que puede tener una persona es la rebaja de la autoestima.”
La autoestima es el conjunto de creencias, percepciones, evaluaciones y pensamientos que tenemos acerca de nosotros mismos, la valoración que realizamos basándonos en nuestra experiencia. Pero, ¿y si esta experiencia es engañosa?
La autoestima se conforma en la etapa infantil. Una investigación de la Universidad de Washington (EE.UU.), publicada en Journal of Experimental Social Psychology, expone que los niños a los 5 años ya conforman una autoestima muy semejante a los adultos.
Entre los 0 y 10 años, el infante desarrolla su personalidad psicológica y emocional para asentar en la adolescencia estos patrones que incluyen creencias, hábitos, conductas, las cuales va a reflejar en su vida de adulto.
Para conseguir una alta autoestima hay que comenzar con poner metas realistas, que se puedan cumplir y poco a poco podemos aumentar y ver que paso a paso estamos consiguiendo lo que queremos.
Si fracasamos, aprendemos de ello sin culparnos de nuestros errores, ya que fallar es una manera de saber cómo hacerlo la siguiente vez y de reconocer las limitaciones propias.
Si con 17-18 años el adolescente consigue un título sin haber conseguido los objetivos, ¿reconocerá sus dificultades de aprendizaje? No, creará una visión poco realista de lo que son capaces de hacer.
Qué pasará cuando llegue a la universidad, ¿le aprobamos para “no rebajar su autoestima”?
No podemos vivir como en la película El Show de Truman argumentando que como dice Christof, personaje que interpreta Ed Harris, ”No hay más verdad en el mundo real que la que existe en su propio mundo artificial y debes quedarte allí ya que estás libre de los peligros del mundo.”
Pasar de curso sin estar preparado no hace recuperar la confianza en sí mismo, todo lo contrario, el riesgo de fracaso en el siguiente curso es muy alto. Se va dando una acumulación de dificultades académicas complicadas de gestionar y por tanto un mayor riesgo de abandono.
Repetir no ha de verse como un fracaso, sino como una oportunidad para saltar mejor.
“El fracaso es la oportunidad de empezar de nuevo, con más inteligencia” Henry Ford.