Al terminar el verano, y con él las vacaciones, no hacemos más que oír hablar del Síndrome Postvacacional en la oficina, en los medios de comunicación,… Describe el estado de ansiedad, irritabilidad y síntomas físicos (fatiga, cansancio,..) al volver al trabajo tras las vacaciones.
Llegamos a casa, deshacemos la maleta, no tenemos nada en la nevera, tenemos que ir a comprar y ya empezamos con los tenemos, tenemos, tenemos,… Y de repente, zas! comenzamos a pensar en la vuelta al trabajo: atascos, reuniones, informes por entregar y llega el momento de poner el despertador y nos acordamos del famoso síndrome postvacacional. ¡Horror. Tengo todos los síntomas, qué voy a hacer!
No te preocupes, tal y como explica Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), “en ningún caso es un síndrome o una enfermedad,…, no está catalogado desde el punto de vista clínico, ni hay evidencia científica al respecto”.
Según los comités de expertos internacionales, tal síndrome no existe. Más bien parece ser un resultado de la tendencia que todos tenemos de etiquetar y “patologizar” cualquier malestar.
Comenzar la actividad laboral conlleva problemas de sueño, falta de concentración, irritabilidad, todo ello consecuencias que el estrés produce en el organismo para asimilar los cambios. Pero no es más que el proceso de readaptación a la rutina.
El estrés es un mecanismo natural que usa el organismo para adaptarse a las demandas del ambiente. Nuestro cuerpo experimenta una serie de reacciones con el objeto de acelerar nuestras funciones y ofrecer recursos para satisfacer esas demandas. Es normal vivir situaciones de estrés en el día a día, incluso es útil un cierto nivel de estrés para un rendimiento óptimo en determinadas situaciones. El problema está cuando ese estrés es mantenido en el tiempo, porque es la antesala de la ansiedad. Y entonces si hablaríamos de síndrome.
Por ello, no hay que olvidar el cuento del vaso de agua:
En una sesión grupal, la psicóloga en un momento dado levantó un vaso de agua. Cuando todos esperaban oír la pregunta:” ¿Está el vaso medio lleno o medio vacío?,” ella en lugar de esto, preguntó:
- ¿Cuánto pesa este vaso?
Las respuestas del grupo variaron entre 200 y 250 gramos. Pero la psicóloga respondió:
- El peso absoluto no es importante, sino el percibido, porque dependerá de cuánto tiempo sostengo el vaso. Si lo sostengo durante 1 minuto, no es problema, si lo sostengo 1 hora, me dolerá el brazo; si lo sostengo 1 día, mi brazo se entumecerá y paralizará.
El vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado y difícil de soportar se vuelve.
Después continuó diciendo:
- Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada. Si piensas en ellas un poco más empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado e incapaz de hacer nada.
¡Acuérdate de soltar el vaso!
Hablar de síndrome es hablar de un conjunto de síntomas característicos de una enfermedad o de un cuadro patológico. Y el “síndrome” postvacacional no es más que la adaptación a la rutina que provoca que las funciones vitales cambien y se experimente malestar físico.
Ya lo dice Eparquio Delgado, psicólogo clínico, Director del Centro Psicológico Rayuela, “el ser humano tiene una capacidad para adaptarse a los cambios tremenda.”
Volver a la rutina laboral le cuesta a cualquier persona, resulta difícil cambiar los hábitos vacacionales, pero nada que no se supere en 2 ó 3 días. Una vez metidos en faena, en el día a día, necesitarás mirar las fotos de tu móvil para recordar que te fuiste de vacaciones, que no fue un sueño.
¡Soltarás el vaso sin darte cuenta!