La acción humana es determinante para que el sistema técnico de la empresa funcione correctamente. Aunque en una empresa se establezcan unas medidas técnicas adecuadas para prevenir los riesgos laborales, la acción (consciente o inconsciente) de una persona pueda dar al traste con los resultados esperados.
Es posible que en una empresa se hayan desarrollado unos procedimientos de prevención correctos desde el punto de vista técnico, pero que sin embargo, los índices de siniestralidad se mantengan o no disminuyan en la proporción esperada. En estos casos lo más fácil suele ser pensar que los trabajadores no saben, o no entienden cómo hacer uso de aquellos procedimientos seguros. Ante una situación como ésta, lo más inmediato será proporcionarles una formación e información adecuadas. Efectivamente, desde el punto de vista de la intervención sobre el llamado “factor humano”, la formación y la información son imprescindibles en cualquier plan preventivo. Pero ¿es suficiente?, ¿qué sucede si las personas no quieren saber, o no quieren hacer, o creen tener motivos para no hacer lo que se les dice?
¿Cómo funciona nuestro cerebro?
Cada día el ser humano toma decisiones, desde que se levanta hasta que se acuesta. El número de decisiones diario está aproximadamente establecido entre 200 y 300. Pues bien, cada decisión que toma la persona va ligada a un comportamiento.
Los comportamientos son originados por las creencias y las emociones que tiene cada persona, que están alojadas en la zona límbica de nuestro cerebro, responsable de las emociones y la memoria a largo plazo.
Por tanto, para cambiar un hábito es necesario un cambio en las creencias, lo que supone un cambio profundo. Por ello, es completamente necesario convencer con hechos a la persona sobre las razones básicas que motivan dicho cambio e involucrarlo para que ella misma sea capaz de dar el salto y proponer las acciones para llevarlo a cabo tras un cambio fuerte en la creencia que haga que se remplace por otra tras vivir una experiencia que ello lo motive.
Adquisición de hábitos de conducta
Es un hecho conocido que no todos percibimos e interpretamos la realidad de la misma manera. La realidad, tal y como cada individuo la interpreta, es la única realidad que puede tener unos efectos sobre él. Y es en función de ella que la gente actúa. Para modificar los comportamientos o actos de los individuos habrá que incidir en el proceso de construcción subjetiva de la misma, y ello implicará tener que modificar la vivencia de esa realidad, la experiencia.
Aunque la modificación de esos comportamientos puedan parecer imposibles, la buena noticia es que el aprendizaje se puede producir a cualquier edad. A través del entrenamiento mental se puede modificar el cerebro, ya que éste no es fijo ni inmutable, sino moldeable.
“Dime y lo olvido.
Enséñame y lo recuerdo.
Involúcrame y lo aprendo”
B. Franklin.
Nuestro perfil emocional, que se forma mediante una serie de circuitos neuronales durante los primeros años de vida, puede modificarse como consecuencia de experiencias causales o a través del esfuerzo consciente. Y nuestros propios pensamientos son capaces de generar la neuroplasticidad y condicionar nuestro comportamiento y aprendizaje.
Las conexiones del cerebro pueden cambiarse para siempre al practicar hábitos que ayuden a instalar nuevos circuitos, haciendo que los patrones neurológicos funcionen de otro modo.
Un estudio británico llevado a cabo en el University College de Londres publicado en la revista European Journal of Social Psychology ha demostrado que hacen falta 66 días para que se cree un hábito y pueda mantenerse durante años. Según Jane Wardle, coautora del estudio, si durante ese número de días “repites algo cada día en la misma situación, se convierte en una reacción automática ante dicha situación”.
Cuanto más difícil es el hábito, más tiempo lleva. Hasta ahora se pensaba que con solo 21 días las neuronas asimilaban lo suficiente un determinado comportamiento. En realidad, en 21 días se forma el hábito, pero aún se necesita pensar en la necesidad de realizar la acción (por tanto, es fácil abandonarlo). En 66 días esa acción esta automatizada.
A partir de ese momento, el hábito adquiere cierto automatismo y no hace falta voluntad, ni tan siquiera pensar en ello intencionadamente, para poder repetir dicho comportamiento Phillippa Lally et al., del estudio anteriormente mencionado, descubrieron que cuando se forma un hábito por primera vez, el comportamiento depende de la localización. Esto significa que para llevar a cabo un comportamiento que desea establecer como un hábito, necesita la exposición a una señal que sirve para “recordarle” que realice la acción. Tales señales pueden ser situacionales (como su entorno o ubicación) o contextuales (en función de otra tarea que se haga).
También es relevante para formar un hábito la perseverancia. La investigación recomienda volver a realizar la acción deseada cada día. No se puede asegurar cuantas veces en 66 días se puede omitir y aún formar el hábito, pero podríamos hablar que 3 días seguidos sin llevar a cabo la acción rompería la curva de automatización.
Cómo establecer un hábito
La curva de relación entre automatización y repetición tiene un incremento decreciente en su curvatura. Esto quiere decir que las repeticiones iniciales suponen un aumento grande en automatización, pero pasado cierto número de repeticiones, las posteriores no implicarán más aumento de la automatización.
A la hora de establecer un hábito hay que tener en cuenta la manera de actuar de las personas:
- Lo que pensamos: ideas, valores, creencias.
- Lo que sentimos. valor que damos.
- Lo que hacemos: Consecuencias que nos reporten.
Para modificar la conducta hay que:
- Analizar las consecuencias de los actos: Trabajador detecte:
- PP (puntos positivos) Comportamientos bien ejecutados
- AP (Actos peligrosos)
Esas consecuencias conllevan incentivos/premios (PP) y castigos/sanciones (AP).
Las sanciones para que sean efectivas deben:
- Estar advertidas para que se sepa por qué, cómo y cuándo un comportamiento será valorado negativamente.
- Inmediata.
- Tener las mismas consecuencias ante el mismo mal comportamiento.
- Acompañar pautas de buen comportamiento.
Planificar nuevos hábitos:
- Aclarar que hábito se quiere establecer. Debe ser ambicioso, grandes objetivos producen grandes motivaciones
- Hacerlo diariamente. Comprometerse a repetir el comportamiento todos los días durante los 66 días. La clave es repetir, repetir y repetir.
- Considerar cuál será la señal. Las señales son potentes recordatorios para ayudar a conseguir el objetivo.
- Pensar una ubicación. Manteniendo el mismo lugar es más probable tener éxito
- Hacerlo divertido.
- Acumular razones. Convencer que el cambio va a ser genial.
Conclusiones
En la base de la pirámide que elaboraron Tye/Pearson se encuentran los comportamientos inseguros (conducta) y las situaciones inseguras (condiciones físicas del entorno inseguras). Si tanto el empresario, el trabajador como sus compañeros son capaces de minimizar el número de COMPORTAMIENTOS INSEGUROS, así como de comunicar las situaciones inseguras para su resolución, la materialización de los accidentes disminuirá por probabilidad, debido a que los riesgos detectados se van eliminando paulatinamente.
Estos comportamientos inseguros se pueden evitar adquiriendo unos hábitos de conducta que promuevan una actitud positiva, a través de una motivación que ayude a encontrar sentido a lo que hacen y hallar una respuesta a ¿para qué lo hago? y NO ¿por qué lo hago?
Los comportamientos seguros se establecerán a lo largo de 66 días repitiendo, repitiendo y repitiendo el hábito a adquirir hasta que la actividad se vuelva automática.
Se sabrá que se ha formado un hábito cuando se llegue al punto en que en el día falta algo si no se realiza el comportamiento.